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lunes, 23 de abril de 2018

Jugamos a pescar

Hace mucho tiempo que no os escribo, lo siento mucho, pero tengo muy poco tiempo... A pesar de ello, sigo formándome para aumentar mis conocimientos sobre primates, y recientemente acabé el Curso de Comportamiento y Biología de primates organizado por el Institut de Recerca i Estudis en Primatologia, IPRIM. Un curso estupendo que aprovecho para recomendar a todo el mundo, sobre todo a los amantes de los primates que tengan más que una afición por los primates. aquí os dejo el enlace por si os animáis! 

http://www.institutprimatologia.com/nuevo-curso-online-primatologia/

En el marco de este curso realizamos una actividad muy interesante que consistía en hacer una reseña de un artículo científico, y me gustó tanto el artículo que he pensado en compartirlo con todos vosotros... espero que os guste!

¿Jugamos a pescar?


Muchos animales jugamos, es algo habitual, más aún en el mundo primate. Jugar es bueno para aprender, para relacionarnos con nuestros congéneres, para socializar, para aprender a manejar nuestro cuerpo, pero, por encima de todo, jugar nos hace felices.

Los científicos han estudiado el juego a lo largo de la historia en diversas especies de animales. Algunos de estos estudios en grandes simios han descrito lo que comúnmente se suele denominar como “cara de juego” una expresión facial (o corporal) concreta que presentan muchas especies a la hora de disfrutar o incitar al juego. Esta expresión es una herramienta comunicativa muy útil, porque permite diferenciar cuando un comportamiento ocurre dentro del contexto del juego, ya que, la mayoría de los componentes comportamentales del juego podemos encontrarlos también en otros contextos, como las agresiones o las peleas. ¿Cuántos de nosotros hemos jugado con nuestros hermanos o amigos a pegarnos mientras decimos que es de broma? Aunque algunas veces acabaran en peleas de verdad. Pues esto mismo ocurre en el resto de animales que juegan.  Ahora Erin A. Weigel y Carol M. Berman han ido más allá de la mera descripción de la “cara de juego” en gorilas.

Diversos indicios han llevado a los autores del artículo Body signals used during social play in captive immature western lowland gorillas” a estudiar el tipo de señales corporales que indican el inicio del juego en gorilas, para determinar, si, tal como parece, estas señales tienen significados concretos más específicos relacionados con la naturaleza del juego. Y, si pueden predecir efectivamente, el desarrollo posterior del juego real. De una manera sencilla, podemos decir que lo que las autoras postulan es que, diversas señales o gestos que los gorilas realizan en determinados contextos, son en realidad invitaciones al juego, e incluso, aunque todavía falta mucho por estudiar, podrían ser invitaciones a realizar un tipo concreto de juego. Por tanto, si pudiéramos traducir estas señales al lenguaje humano serían algo así como ¿jugamos a mordernos?, o ¿jugamos a escondernos? O ¿jugamos a pescar?


Pese a que la película King Kong dio muy mala fama a los gorilas, lo cierto es que son animales tranquilos, pacientes y sociales a los que les encanta jugar, ¡incluso en su edad adulta!

Hace no mucho tiempo se hizo viral un gorila que daba vueltas en una piscina llenándolo todo de agua, eso es una de las muchas modalidades del juego de los gorilas, pero tienen varias. Juegan a pescar, a tirarse cosas, a romper árboles, ponerse cosas por encima, morderse, golpearse, hacerse caer, todo vale para el juego entre gorilas, que es más parecido a la lucha libre, eso sí con su correspondiente cara de juego: boca abierta sin enseñar los dientes de arriba (aunque a veces tiene la boca tan abierta que se les ven todos los dientes) y jadeos (carcajadas en gorila).




Los gorilas tienen un amplio repertorio gestual, de al menos 102 signos con significado, según los expertos. Los autores se plantearon cuáles de ellos podrían considerarse señales que incitaban al juego. Decidieron, que para que pudieran ser consideradas señales o llamadas al juego, deberían cumplir tres criterios: primero, las señales deben ser diferentes del juego en sí mismo. Es decir, si saltar es parte del juego, no puede ser una buena señal predictora del juego. Segundo, las señales deben ser diferentes de señales similares usadas en contextos diferentes al juego, ponemos como ejemplo una de estas señales, los archiconocidos golpes de pecho, se usan en diferentes contextos, sexual, agresión y juego, la diferencia estriba en la fuerza, la velocidad y el número de golpes que dan en cada ocasión y, por supuesto, del contexto. Y tercero, las señales predicen el juego. Es decir, el juego debe producirse en mayor porcentaje después de la señal de juego que en ausencia de ésta.

Erin A. Weigel y Carol M. Berman han analizado el juego de un par de gorilas de llanura occidental juveniles en el zoo de Buffalo. Mediante 200 horas de grabación han identificado 21 comportamientos susceptibles de ser considerados señales específicas que invitan al juego. De entre los 21 encontramos comportamientos como golpear suavemente el suelo mirando a la pareja, arrastrarse por el suelo mirando al compañero, alzar y girar el brazo, golpes en el pecho suaves, saltar y mirar, dar palmadas, entre otros, como vemos en la tabla extraída del artículo original.  


De los comportamientos registrados en el estudio, tres de ellos, “arms raise”, “creep and stare” y “peekaboo” son señales que sólo aparecían en el contexto del iniciar el juego, ya que no se han producido en ninguna de las otras situaciones registradas. Para el resto de las 18 señales, compararon estadísticamente con otros gestos que los gorilas suelen mostrar cuando juegan en solitario o en otros contextos y los resultados mostraron que, excepto “swipe other”, todos evidenciaron diferencias en la intensidad, duración, velocidad o forma en la que los comportamientos se desarrollaban si los comparaban con situaciones de juego real o agresiones. En general lo que han encontrado es que existen diferentes matices en las señales. Por ejemplo, los comportamientos que incitan el juego típicamente dirigen la mirada al compañero a quien solicitan unirse.  En la tabla que sigue podemos ver las diferencias de algunos de estos comportamientos cuando se realizan en un contexto u otro.


Las diferencias entre los comportamientos registrados en las agresiones o en el juego real fueron varias. En algunos casos los movimientos se realizaron a intensidades más bajas (“arm shake” o “gallop”). En otros casos el gesto se realiza en una zona diferente del cuerpo como “touch”. Y, además pueden involucrar gestos típicamente diferentes de los utilizados en otros contextos como “slap other”. O, por ejemplo, los golpes en el pecho, que, cuando se producen en el contexto del juego, se hace poco sonoro, con las manos planas y los dedos abiertos a diferencia de los contextos de agresión en los que se hace de la manera más sonora posible, con las manos cerradas y ahuecadas.

Las 21 señales estudiadas se producen típicamente para iniciar el juego, pero han encontrado que, en algunos casos, uno de los gorilas podía variar algún componente de la señal, lo que sugiere para los autores que cada gorila puede tener un repertorio de señales de juego propias en base a sus preferencias personales, pero hacen falta más estudios que corroboren sus indicios.

Los análisis estadísticos a los que han sometido los datos indican que las señales predijeron de una manera fiable la aparición del juego en un momento inmediatamente posterior, salvo para “arm raise” y “push other” que fueron malos indicativos del juego social.
Los resultados del experimento sugieren que, de los 21 comportamientos estudiados, 18 son buenos candidatos para ser consideradas señales que incitan al juego, ya que se pueden distinguir de los comportamientos de juego real y además parece que tienen un valor comunicativo. Todas las señales se encontraron en contextos para iniciar el juego y/o para disminuir la tensión de una agresión. La idea de los autores es que estas señales están siendo utilizadas para iniciar, mantener o regular el juego social.

Además, los datos muestran que en el 64% de las situaciones en las que existía una llamada al juego, era el receptor de esta señal el que iniciaba el juego real, lo que sugiere para los autores que las señales comunicaron algún tipo de información con respecto a la intención lúdica del señalizador. Lo que lleva a pensar que no es un mecanismo tan sencillo o instintivo como ver a alguien jugando y unirse al juego, sino que existe una comunicación y una intencionalidad de jugar en pareja.

Muchos estudios han demostrado la flexibilidad comunicativa en los gestos de los grandes simios en una variedad de contextos sociales, en consonancia con estos estudios, para los autores, siete de sus comportamientos estudiados se parecen a otros utilizados en otros contextos. Sin embargo, estos parecidos no son exactos y las formas en las que se realizan varían significativamente dependiendo de cada contexto. Para ellos sugiere que, la variedad de signos, es útil para negociar la naturaleza y las condiciones del juego.


En sus futuros estudios están planteándose estudiar de qué modo estas señales están relacionadas con diferentes aspectos del juego para dar un significado concreto a cada una de ellas, porque de otro modo, ¿para que necesitan al menos 18 señales diferentes de juego?,¿implica que poseen, al menos, 18 tipos distintos de juego, y que tienen preferencias conscientes por uno u otro? Si jugar solo fuera jugar, necesitarían, a lo sumo, 2 o 3 señales de juego. Pero, el hecho de que tengan al menos 18 llamadas distintas al juego, implica que todavía nos queda tanto por aprender sobre la comunicación no verbal, que pasarán muchos años hasta que los humanos comprendamos completamente la comunicación de los gorilas y otros primates no humanos.


Artículo original:
WEIGEL, E.A. & BERMAN, C.M. Body signals used during social play in captive immature western lowland gorillas.Primates (2017). https://doi.org/10.1007/s10329-017-0646-3

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